¿POR QUÉ EL MEXICANO SE CONSIDERA INFERIOR?

Si el mexicano es un ser humano como cualquier otro, ¿por qué lo consideran (o se considera) inferior? El tema es ya común hasta en el deporte, pero tiene matices y un trasfondo que pocos conocen.
Cierto es que los clubes y selección mexicana de fútbol han sufrido ya varios reveses justo cuando se encontraban a un paso de la gloria, y que esto ha servido para revivir un tema que forma parte de la discusión cultural de la nación: el complejo de inferioridad del mexicano. Empero, esta pasión futbolera tiene sus riesgos, debido a que elimina de tajo al importante contrapeso que podrían representar, por ejemplo, los éxitos de equipos mexicanos de pelota vasca y tae kwan do, o de atletas minusválidos y figuras consagradas como la corredora Ana Guevara.
Yendo más a fondo podemos encontrar que el tema no es nuevo; luego de la Revolución mexicana, artistas, filósofos e intelectuales han discutido sobre la identidad de los habitantes de México, sobresaliendo escritos como los de Carlos Fuentes (El espejo enterrado, La muerte de Artemio Cruz) o Roger Bartra (La jaula de la melancolía); empero, los trabajos más recordados son de Octavio Paz (El laberinto de la soledad) y Samuel Ramos (El perfil del hombre y la cultura en México).
Si bien estos dos últimos libros han servido para cuestionar y aclarar aspectos sobre la identidad de nuestro pueblo, también han establecido estereotipos fuertemente cimentados de "lo que es ser mexicano" y sus complejos, curiosamente, sin consultar a los mismos mexicanos: estos escritos exponen reflexiones individuales y no conclusiones obtenidas a través de estudios de opinión.
Además de esto, tanto el premio Nóbel como el filósofo parecen haberse equivocado al restar importancia a lo individual y dar peso exclusivamente a lo colectivo. A este respecto, Alberto Montoya, psicoterapeuta perteneciente al Círculo Psicoanalítico Mexicano y ex-catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), comenta que hablar de complejo de inferioridad es un tanto engañoso.
Aclara: "En realidad no podría decirse que es una característica del mexicano; complejo de inferioridad hay en Estados Unidos, Perú o Argentina, que en estos momentos es uno de los países latinoamericanos más golpeados, pues allí han pasado de las ideas narcisistas (propias de aquellos que se tienen en escasa consideración y buscan constantemente admiración y atención), de grandeza, a una ruina casi total en cuanto a su economía; también debe considerarse que muchas veces la idea de grandiosidad oculta exactamente lo contrario: gran desazón y sentirse inferior a otros".

Individuo y sociedad
Explica el psicoanalista que para comprender esta problemática se deben atender dos niveles: personal y colectivo. "A nivel individual, esto puede deberse a patologías narcisistas, y se presentan cuando un individuo está muy empobrecido internamente. Aunque aparentemente sea una persona normal, muy valorada por los demás, sobresaliente, brillante, adinerada, atractiva o que pueda contar con muchísimas cualidades, se siente 'poca cosa'; esto también depende, claro, de la historia de cada sujeto".
El hecho es tan variable que inclusive dentro de una misma familia existen casos contrastantes, debido a que una persona de este núcleo puede ser sobrevalorada y otra muy devaluada. Asimismo, suele ocurrir que un niño crezca muy "consentido", sobreprotegido por madre, abuela o tíos, y al crecer se convierta en un individuo que experimenta muchas carencias e imposibilidad para tolerar frustración y obstáculos, por lo que comenzará a sentirse deprimido y pensará que la vida es muy difícil y que no puede lograr lo que se propone.
Ya dentro de la dimensión social, Alberto Montoya piensa que no todos los mexicanos tienen complejo de inferioridad, pero sí reconoce que hay mayor tendencia a experimentar esta desvalorización en algunas clases sociales: sectores de bajos recursos, indígenas y grupos marginados. Esto se debe a una herencia que se transmite socialmente y que se vincula directamente con la historia nacional.
A decir del especialista, la cultura de los antiguos mexicanos fue muy humillada, lo que se refleja en movimientos indígenas como el zapatista. "Ellos son los más humillados, aplastados y sometidos, y el lugar que se les ha asignado es el campo, la servidumbre, una esclavitud disfrazada; por ello, además de los reclamos por la tenencia de las tierras, hay un intento de revalorar y tener un rostro, como dicen, para ser reconocidos; tienen necesidad de ser reparados por los otros ante esa sensación de humillación total que han sufrido".
La mentalidad del mexicano se ha reproducido desde la época de la conquista, cuando los europeos impusieron un sistema de sumisión ante el poderoso, aunque a los mismos españoles les asombró y hasta sedujo la cultura de los mesoamericanos. "El mestizaje se dio así, a partir de una raza que se creyó superior con otra raza que lució inferior a sus ojos, y que estaba para servirles", acota el psicólogo.
A pregunta expresa, el entrevistado comenta que esta relación de poder se vive todavía en el México contemporáneo, y cita un par de ejemplos. En primer término, comenta que muchos extranjeros se sorprenden cuando un mexicano responde "mande" en caso de que alguien le llama por su nombre, lo que es una muestra de servilismo.
Agrega: "Esto es más que una apariencia; es una pérdida de valores y la aceptación del dominio del 'otro', abrirle las puertas. Al hablar de la casa propia, el mexicano dice: 'la casa de usted'; la gente de otros países se desconcierta, lo oye raro aunque sea una cortesía. Esta forma de hablar muestra una apertura a lo extranjero, que implica una especie de conquista amorosa en que se es seducido por el 'otro', porque se supone que ese 'otro' que llega de fuera tiene algo valioso, que gusta y que en México no se encontrará".
Esta condición de servilismo, basada también en que mucha gente deposita sus esperanzas en una mejor existencia después de la muerte, en el "más allá", es aprovechada en la explotación de recursos naturales de la nación en beneficio de unos cuantos, durante las campañas políticas, donde aparecen líderes que hacen promesas de cambio para aparecer como redentores, o en el aprovechamiento de mano de obra barata: "El mexicano acepta la conquista, y aunque trabaja muchísimo (eso de que somos flojos es una gran mentira) se conforma con recibir una remuneración baja".

El mundo y la condición humana
Si bien todo lo ya mencionado puede dar una explicación acerca del llamado sentimiento de inferioridad, éste también tiene que ver con un contexto mundial que se ha desarrollado con el tiempo en beneficio de gente poderosa.
No es sólo que el mexicano se sienta inferior, sino que también lo tratan de esta forma, ya que el sistema global está diseñado para eso, dando oportunidad a un grupo reducido de individuos. La desigualdad se vuelve palpable, digamos, en cuanto a las condiciones laborales. "Si comparamos un salario mínimo en México con el de Francia o Estados Unidos -comenta el especialista-, hay una diferencia de 8 a 1. Esto corrobora o confirma la sensación de 'inferioridad' del mexicano; es un bombardeo constante de ideas que se combinan con la historia familiar, en donde es común encontrar un padre alcohólico o promiscuo y una madre abandonada, entre otros problemas sociales que se reproducen".
Al aceptar esta ideología mucha gente comienza a creerse inferior y a considerar que las posibilidades de ascenso están limitadas por las condiciones económicas; mejorar la calidad de vida se vuelve un sueño realizable a través de una telenovela o de ganar la lotería; se anhela poco, y se sabe que de ello aún menos se verá concretado.
Otro problema, a decir de Alberto Montoya, es que "en México somos más folcloristas que nacionalistas; hay un orgullo por la imagen más que un interés por el país, y estamos aparentemente felices con la música y los bailes, pero es algo muy artificial porque somos indiferentes a la explotación, a que mueran niños de hambre o se tengan problemas en estados tan ricos como Oaxaca, Chiapas o Guerrero. En el fondo el mexicano no se quiere, se siente humillado y no ha podido reparar eso por él mismo ni por el 'otro', que cuando llega lo aplasta y domina. El mexicano sigue sufriendo, y tal vez el complejo sólo es el efecto de que se le continúa considerando inferior por muchos, por él mismo para empezar".
En el nivel personal este problema puede enfrentarse a través de psicoterapia para dimensionar los conflictos de acuerdo a la historia de cada individuo y lograr una revaloración específica. En cuanto al aspecto social, Alberto Montoya considera que lo recomendable es la posibilidad de la educación, que la gente lea, asista a la escuela y se cuestione todo aquello que le rodea, esto con la finalidad de que "se reflexione sobre las barbaries y las injusticias de todos los días; en el fondo esa sensación del uso del poder salvaje, de destruir a otros sujetos, tiene que ver también con un estado de inferioridad del ser humano. En ese sentido, toda nuestra especie es inferior, pues al volverse más poderosa, su creatividad y valores son menores".
Ahonda: "En ese sentido es como si el ser humano, en vez de evolucionar, retrocediera, y todo esto tiene que ver con ambición, soledad o no encontrarle sentido a la vida, lo que a su vez facilita el deslumbrarse con ciertas cosas o pensar que somos más importantes. El ser humano se está destruyendo, hay una pulsión (deseo inconsciente) de muerte, como decía Sigmund Freud, que lo lleva a destruir al planeta; lo percibe y no hace nada por cambiar esta tendencia, al contrario, acelera el proceso y prefiere invertir en drogas o armamento".
En este sentido, opina el psicoanalista, el ser humano se comporta de modo inferior al animal, que es violento pero al mismo tiempo se apega a un orden, reproduce la vida. "Eso es el complejo de inferioridad; tal vez el ser humano (o algunos humanos) quiere aliviar su sensación de soledad y vacío sintiéndose Dios, y con ello sólo se destruye".
Finalmente, la idea del "complejo de inferioridad" del mexicano parece trascender los puntos comúnmente debatidos y encuentra una explicación no sólo a través de la observación histórica, condiciones sociales e interacción con otras naciones, sino en el conocimiento de la condición humana y su naturaleza profunda. Es algo que deja qué pensar, pero sobre lo cual cada quien tiene su propia opinión.

Comentarios